“No hay bienestar sin comunidad, y no hay comunidad sin vínculos estables"
Imagina un lugar donde las puertas están abiertas al encuentro, donde la colaboración supera al aislamiento, y donde los espacios compartidos se transforman en el corazón de una comunidad viva.
Formas de habitar que no solo responden a las necesidades prácticas de vivienda, sino que también redefine lo que significa vivir juntos en un mundo diverso, sostenible e interconectado.
Estos proyectos nos entusiasman. Ponen a prueba nuestras convicciones y nos ayudan a caminar hacia otros futuros posibles. Innovación, escucha y alianzas, poder, dignidad y justicia social.
En un momento en el que las ciudades enfrentan desafíos como el envejecimiento de la población, la exclusión social y la crisis del acceso a la vivienda, el cohousing surge como una respuesta valiente y creativa. Más que un modelo habitacional, es un movimiento que inspira nuevas maneras de pensar sobre el hogar, la comunidad y el cuidado mutuo.
Las personas se convierten en protagonistas de sus vidas y arquitectos de sus entornos, construyendo no solo estructuras físicas, sino relaciones sólidas y resilientes.
Aquí os dejamos cuatro claves y aprendizajes de lo que llevamos trabajado en estos proyectos.
La vivienda como derecho
“Tener casa no es lo mismo que tener hogar. Y tener hogar no debería depender de tener dinero.”
Durante años, hemos creído que la vivienda era un producto, un bien, una inversión. Pero en este viaje, hemos redescubierto algo mucho más profundo: la vivienda es una condición para la vida.
Un hogar digno, estable, accesible y compartido no solo mejora la salud o la economía familiar: transforma la forma en que las personas se relacionan, trabajan, cuidan y sueñan.
Los proyectos de covivienda no nacen del privilegio, sino de la convicción de que el derecho a la vivienda es colectivo. Lo que hacemos no es construir edificios: tejemos comunidades que protegen y sostienen la vida. Y eso no se logra con metros cuadrados, se logra con visión compartida, alianzas sólidas y compromiso a largo plazo.
A quienes impulsan políticas públicas, diseñan ciudades, acompañan a personas vulnerables, o buscan soluciones reales: ser parte de un proyecto de covivienda es defender el derecho a tener un hogar. Un hogar que nos haga bien.
El poder de la diversidad
“Lo fácil es juntarse con quienes piensan igual. Lo transformador es aprender a construir con quienes piensan distinto.”
Cada persona que se suma a un cohousing trae consigo una historia, una manera de estar en el mundo, un mapa emocional y una forma particular de soñar. Y lejos de ser un problema, es más bien el tesoro del grupo.
Hemos aprendido que la diversidad no se gestiona, se celebra. Cuando diferentes generaciones, culturas, realidades económicas o capacidades conviven con respeto, emerge una comunidad más rica, más sabia y más humana.
Pero esto no ocurre solo: necesita estructuras inclusivas, escucha profunda, gobernanza consciente y espacios donde las diferencias no se silencien, sino que se conviertan en fuente de creatividad y cuidado.
A quienes trabajan por la inclusión, la innovación o la justicia social: apoyar un proyecto de covivienda es abrir la puerta a una convivencia que no teme a la diferencia, sino que la convierte en fuerza colectiva.
Gobernanza y propiedad
“No somos dueños del proyecto. Somos guardianes temporales de algo que nos supera.”
Al comenzar, muchas personas preguntaban: ¿Quién es el propietario? Y pronto descubrimos que esa no era la pregunta. La pregunta era: ¿Cómo cuidamos lo que es de todas, para que no se convierta en poder de unas pocas?
La propiedad colectiva nos ha obligado a pensar diferente. No se trata solo de papeles legales, sino de cómo nos relacionamos con el espacio y entre nosotras. Y la gobernanza compartida no es sinónimo de asambleas eternas, sino de acuerdos vivos, con estructuras que reparten poder, responsabilidades y cuidado.
No hay una única fórmula: hemos explorado sociocracia, democracia profunda, gobernanza en espiral… Lo importante no es el modelo, sino que la comunidad sienta que lo que construye le pertenece, le cuida… y le desafía.
A quienes diseñan marcos legales, financian o gestionan: apostar por proyectos con propiedad colectiva y gobernanza participativa es invertir en autonomía, corresponsabilidad y resiliencia ciudadana.
Experimentar y adaptarse
“Nada sale como lo planeamos. Por suerte.”
Construir una comunidad no es seguir un plan maestro. Es abrirse al cambio, equivocarse con ternura, aprender del conflicto y celebrar los desvíos. Lo más importante no es tener todas las respuestas, sino diseñar sistemas que permitan ensayar, revisar y adaptarse sin romperse.
El cohousing nos ha enseñado a soltar la obsesión por la perfección. A confiar más en los procesos que en los productos. A escuchar lo que no está dicho. Y sobre todo, a entender que el valor de un proyecto no está en lo que resuelve, sino en lo que permite experimentar para futuros posibles.
A quienes trabajan desde la innovación social, urbana o ecológica: apoyar proyectos de covivienda es acompañar laboratorios vivos de cambio sistémico, donde se cultiva la capacidad de respuesta, cuidado y adaptación a los tiempos que vienen.
Hemos conocido y trabajado con prácticas inspiradoras, proyectos valientes y comunidades que demuestran que sí se puede:
-Combinar sostenibilidad, inclusión y diseño colectivo.
-Abrirse al barrio y al territorio.
-Cuidar los vínculos tanto como los muros.
-Diseñar con el tiempo, no contra él.